martes, 14 de septiembre de 2010

El doble Origen del Niño. El doble Origen del Hombre/ Por Nancy Erica Ortiz

El doble Origen del Niño.
El doble Origen del Hombre
Por Nancy Erica Ortiz



“Quien penetre por un instante en lo más profundo de lo que somos, descubrirá que además de haber adquirido lo manifiesto heredado, hay una esencia única, que no responde a ningún modelo y que añade algo distinto e individual, es nuestro núcleo espiritual.”

El ser humano es el resultado de dos confluencias, dos fuerzas portadoras de información, verdad y guía.
En una visión superficial, cuando nos encontramos con alguien, lo primero que observamos es su aspecto exterior: su rostro, cuerpo, modo de hablar, sus gestos, la forma de su nariz o las mejillas. Sin embargo, esto es sólo una parte de lo que somos.

Todos habrán escuchado alguna vez lo siguiente: “Mira aquel niño, la nariz es del padre”“mira la risa de esa niña, es igual a la de la madre”.
El ser humano tiene características heredadas del padre, madre, abuelos, etc. Esto demuestra un origen, primero, la raza humana, donde todos nos parecemos en la constitución de nuestro cuerpo. Pero yendo a lo individual, somos parte de una familia y esta nos aporta ciertas características. o

Un niño nace en una familia determinada e ingresa a una línea hereditaria, pero lo heredado de la familia sólo es una faz de lo que es el niño en su totalidad.

Lo físico es de origen hereditario, comprobable a nivel científico a través de los genes. Incluso muchas veces hay tendencias emocionales o cualidades y dones, que son catalogadas como hereditarios. Muchas veces se oye decir “Es músico como su padre” o “tiene facilidad para la danza, porque su madre es bailarina”. Sin embargo esto no es lo sorprendente. El niño pudo haberlo adquirido a través de los genes como también a través del ejemplo. Es decir, si el niño nace en un entorno donde la música o la danza es lo habitual, es muy probable que lo absorba como un aprendizaje natural.

Sin embargo lo sorprendente y mágico se da cuando un niño demuestra tener ciertos dones o cualidad sin que nadie se lo haya inculcado directa o indirectamente. Un niño puede presentar una tendencia que la familia no ha desarrollado ni tampoco tiene especial interés por hacerlo.
Por ejemplo hay niños que tienen tendencias hacia la música, muestran predilección hacia cierto estilo, por ejemplo música clásica, o se destacan en el dibujo, escriben poesías, cuentos o historias con una descripción, expresión e imaginación sorprendentes. O manifiestan un insistente deseo de aprender un instrumento. También sucede con aquellos niños extremadamente inteligentes, que incluso, superan a sus padres en sus preguntas y deseos de aprender.
Todos estos ejemplos muchas veces aparecen en contextos totalmente ajenos a lo que es el cotidiano de la familia. Niños artistas, en un contexto familiar donde nunca hubo este interés ni facilidad hacia ello. Niños con alto grado de inteligencia en familias de padres que muchas veces ni han alcanzado los primeros grados de escuela. Estos son sólo unos pocos ejemplos en los cuales deseo graficar un hecho.

En síntesis hablo de Niños que tienen una fuerza dirigida hacia un lugar, lugar que ni la familia ni el entorno cercano, exploró o tuvo en cuenta jamás.

¿De dónde parte este interés o conocimiento?

En otras épocas eran sólo unos pocos seres los que sobresalían de su entorno, y por eso eran llamados “niños raros” o “niños genios”. Y si sus familias lograban acompañar y encauzar este potencial, los niños se destacaban socialmente, se convertían en la adultez en genios de la época: artistas, inventores, revolucionarios, poetas, filósofos, pensadores, monjes.
Pero ahora en cada rincón, en cualquier cultura, clase social, religión, nace un niño que quiebra la línea hereditaria, cultural o social y plantea algo nuevo.

El origen espiritual del Niño

Los padres desorientados y maravillados se preguntan:

“¿De dónde aprendió esto? ¿De dónde saca tales preguntas? ¿De dónde parte ese interés inquebrantable hacia aquella actividad?”
La respuesta precisa para estos padres es: El niño lo trae de su otro origen, de su origen espiritual.

“Y ¿por qué?” Pregunta otro padre.
“Porque si el rumbo de vida del hombre continuara en esta monotonía, las cualidades más elevadas de la raza humana se extinguirían. Han venido a aportar lo nuevo, o mejor aún, a recordarnos lo viejo.”

“Pero… Yo quiero que mi hijo sea como todos, como fui yo cuando era niño, que jugaba inocente sin tanto peso sobre mis hombros.” Dice otro adulto.
“Ellos no tienen peso, el peso lo tenemos nosotros porque sabemos que nos están proponiendo cambios. Ellos no perciben diferencia, esfuerzo, peso. Han venido naturalmente con estos dones.
¿Alguna vez alguien se preguntó por qué tenía una nariz y no dos, y sufrió porque pensó que tal vez dos narices hubiesen sido mejor que una? No, a lo sumo alguna vez nos percatamos de la naturaleza de nuestro cuerpo, pero sin peso, sólo naturalmente lo aceptamos. Los niños lo viven igual de natural, pero son los adultos los que perciben el cambio, y muchas veces se resisten porque lo desconocido causa temor y seguro propone algo nuevo.”

La concepción de la ciencia materialista y mecanicista hace esfuerzos por encontrar y demostrar que el hombre es resultado de su entorno, sus costumbres, cultura, o algo aún más cercano, de lo heredado de sus antepasados. Pero ninguna investigación, por más exhaustiva que haya sido, ha descubierto algo idéntico que proviene del pasado y se repite en el presente.
Igualmente no deseo refutar teorías, considero que es una visión que está caducando. Sabemos que la ciencia se queda a menudo sin respuestas, y por eso muchas veces calla, otras medica, y otras, guarda en cajones información que no es conveniente hacerla pública.

Quien penetre por un instante en lo más profundo de lo que somos, descubrirá que además de haber adquirido lo manifiesto heredado, hay una esencia única, que no responde a ningún modelo y que añade algo distinto e individual, es nuestro núcleo espiritual.

Aquí vemos claro el doble origen del Ser Humano. Por supuesto que siempre ha sido así. La diferencia con esta época es que los niños que están naciendo traen un fuerte impulso espiritual, y es a menudo más fuerte que las tendencias heredadas.
Los niños nacen en un contexto familiar y absorben lo que la familia les ofrece, pero a la vez manifiestan un destino, una meta, que si es reconocida y acompañada, tendrá un desarrollo saludable para él y para todos. Pero si no es reconocida ni acompañada, se volverá una fuerza trunca que acarreará distintas consecuencias según cada niño.

Hoy en día, aparece en jóvenes y en algunos adultos, el sentimiento de no pertenecer a su familia de nacimiento. Muchas veces se dice: “Yo no comparto nada de lo que mi familia hace” “Ellos no me entienden a mí, ni yo los entiendo a ellos”
La respuesta a estas afirmaciones es: “Sí, pertenecen a esa familia. Han nacido ahí, pero también han nacido en otro lugar”.
¿Y cómo se convive en armonía con estas dos fuerzas?
El punto donde estos dos orígenes conviven en armonía es en la conjunción de ambos. Hablo de la integración: Si rechazo mi origen terrenal, pierdo los potenciales que este origen tiene para ofrecerme o me ofreció. Así como, si niego mi origen espiritual, pierdo los potenciales que se desarrollarán al vivir lo más concreto de la tierra: el trabajo, profesión, familia, etc.
El punto perfecto donde no hay conflicto entre los dos orígenes es en la integración de ambas fuerzas. Ambas fuerzas son complementarias, sólo que muchas veces se encuentran enfrentadas porque no se ha logrado captar la esencia de cada aprendizaje.

Lamentablemente es habitual el rencor, dolor o resentimiento hacia la familia de nacimiento: “lo vivido no fue lo que se hubiese querido”. ¿Pero qué sucede si cambio el enfoque de esta percepción, si en vez de ver lo que no recibí, veo qué fortaleza interior adquirí por haber vivido eso mismo? Es decir rescato la esencia y libero el conflicto.
Aquí un conflicto familiar, se vuelve un aprendizaje espiritual.

Toda vivencia trae detrás un aprendizaje que fortalece y engrandece mi Espíritu.
Quien no ha sabido metabolizar una experiencia en fuerza espiritual, no ha podido pasar de la polaridad a la unidad, quedándose a mitad de camino. Y esto se traduce en dolor, rencor, resentimiento, ira, desconcierto o sensación de ser víctima de una situación.
La imagen para comprender esto es la siguiente: Estoy transitando un camino, hasta que algo me detiene, no lo entiendo, no lo acepto, no lo quiero, lo rechazo, lo niego, lo agredo. En vez de continuar mi camino, ahí me quedo. Coloco toda mi fuerza en cavar un pozo debajo de mis pies donde echaré todo lo que no quiero aceptar.
Le dedico tiempo y energía a ese pozo que cada vez es más profundo. Estoy dentro de él. Se me hará difícil salir de ahí, aun así el rencor puede más y continúo cavando.
En vez de continuar mi camino, tomar lo esencial de lo vivido, decido quedarme mirando hacia atrás y hacia abajo, en vez de mirar hacia adelante y arriba.

Podemos encontrar respuestas en nuestro origen espiritual, pero jamás este nos traería conflicto, angustia o nos instaría al rechazo hacia otras personas. Por supuesto que esto puede suceder, pero es importante trabajarlo. Reconocer que es lo humano lo que duele, y que hay algo más dentro de mí que se eleva por sobre el dolor.
Para que el salto interior me permita salir del pozo en el cual me coloco, debo dejar de mirar las carencias para percibir las esencias.

Un mismo hecho puede ser negativo o positivo para mi existencia, todo dependerá de cómo lo mire y lo viva. Esto transformará mis siguientes pasos.

Un niño nace, trae su cuerpo nuevo, resultado de la unión de un padre y una madre, y a la vez, trae un Espíritu viejo, resultado de sus vivencias anteriores, vivencias que lo han hecho grande, sabio, conocedor, aspirador de un nuevo tiempo.
Es por eso que estando delante de un niño, un adulto jamás debiera sentirse superior, esto sólo será un obstáculo para descubrir su Fuente.
Pero cuidado! No se trata de decir, de explicarle al niño su origen espiritual. Lo aclaro porque a los adultos les encanta hablar, y hablando se esconden detrás de las palabras. No se trata de hablarles, se trata de despertar a esta realidad. Ya que cuanto más despierto se está frente a un niño, cuanto menos mente, estrategia, fórmulas viejas quiera poner en práctica, cuanto más receptivo, intuitivo y VIVO se esté, más permitirá salir su espíritu al encuentro del espíritu del niño. Y aquí se producirá lo nuevo, se potenciarán las fuerzas. Porque si ese niño ha llegado ante usted es porque hay algo aún por descubrir.

Verá que lo difícil se hará fácil, porque sólo se hace difícil cuando queremos tener el control y manejarnos bajo lo conocido. Estos niños nos recuerdan que somos Espíritu en un Cuerpo.
Nos dicen “Despierten, perciban, jueguen, RECUERDEN. Sean libres, flexibles, valientes, frescos, LIVIANOS como una pluma que viene viajando desde otros tiempos.”

Autora: Nancy Erica Ortiz
Creadora del curso “Los Niños de Hoy”
www.caminosalser.com/nancyortiz
Edición: Normi Sartori

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