lunes, 5 de octubre de 2009

Vengo del Sol (2/...) / Por Flavio Cabobianco

Vengo del Sol (2/...)
Por Flavio Cabobianco

Recuerdos

Tengo más recuerdos de antes de nacer que de mis primeros tres años de vida. Antes de nacer veo todo, tengo todas las perspecti¬vas. Mi vista no tiene límites, porque no tengo ojos físicos. Por primera vez estoy cerca de un planeta tan denso. Me fui preparando, pasando por otros planetas donde podía ensayar lo físico. Era como aprender a escribir en el aire, sin usar el lápiz. Pero esto es muy distinto, muy raro; voy a tener un cuerpo material. Traigo algunos datos básicos para poder estar acá: sí y no, tiempo y espacio. Este es un mundo de opuestos.


Recuerdo cientos de bolas luminosas, todo lo viviente es una bola de luz. Veo algunas que me pueden ayudar a vivir en este planeta tan duro. Veo dos posibles madres: una con el ego fuerte y otra con el ego más suave pero justo. Esta última está acompañada por otra bola de luz que brilla mucho; ahora puedo decir que con el color verde y violeta. Ellos me atraen porque están unidos por el amor. Serán mis padres. Sé que tengo que ir. Empiezo a sentirme cada vez más atraído hacia ellos. Aparece un túnel luminoso; alrede¬dor hay oscuridad. Cuando entro me siento muy apretado, muy encerrado.


Para mí, nacer en este mundo, es como morir para los humanos: es pasar a un plano difícil y desconocido.


Cuando entro en mi madre empieza el proceso físico de mi vida. Me voy a su mente, porque es la parte más sutil que encuentro; desde ahí, dirijo la evolución de mi cuerpo.


Al nacer sigo prendido a la mente de mi madre, aunque mi cuerpo ya está sobre la tierra. Creo que por eso no me acuerdo de nada personal hasta los tres años: seguía muy unido a ella. Después mi mamá me contó que toda esa época veía el mundo raro, y claro, eso le pasaba porque yo trataba de entender al mundo a través de su mente.


Una noche mis padres fueron al cine a ver una película. (The wall). Yo la vi con ellos. Había una parte, con dibujitos animados muy terribles, y otra parte muy triste sobre un nene que no tenía papá. Ahí me di cuenta que yo dependía demasiado de mi mamá. Sabía que había llegado el momento de salir a enfrentarme al mundo. Mi hermano ya tenía seis años y tenía que unirme a él; podía ayudarme. Es un alma muy buena, muy vieja en este planeta, tiene energía del planeta Marte y vino a experimentar el color rojo. El y yo somos un equipo de almas. Marcos nació primero para abrirme camino con su fuerza.


Mi primer recuerdo propio es al otro día de ver la película. Me veo corriendo a la cama de mi mamá para abrazarla muy fuerte. Me dolía la cabeza y no me podía olvidar de los dibujitos y de la música;


me puse a cantarla. Cuando les conté a mis padres lo que había visto a la noche se asombraron mucho. No entendían nada y yo no les podía explicar todavía. Era muy chico, tenía más imágenes y sonidos que palabras. Marcos les dijo que yo, mientras dormía, me había salido del cuerpo para ir con ellos al cine. A mí me retó y me dijo que no tenía que hacer más esas cosas.


Cuando empecé a tener mente propia esta realidad me era muy difícil. Me costaba mucho manejarme con el cuerpo y sobre todo, comer. Comer es una manera muy indirecta de tomar la energía que se necesita, y no podía acostumbrarme. De día estaba cansado; de noche viajaba por otros planetas. Mi trabajo, mientras dormía, era ser "informador". Transmitía a seres de otros mundos, con ondas telepáticas, cómo es la Tierra. Todo les parecía muy raro.


Sabía que tenía que estar aquí, pero me resultaba muy difícil y me sentía muy sólo. Mi hermano seguía creciendo y se empezaba a cerrar un poco.


A los cinco años conocí a una señora brasileña, que trabajaba enseñando cosas espirituales. Fue un encuentro importante porque ella tenía mi misma misión. Me contó que cuando era chica también le costaba mucho estar encarnada, y me explicó que tenía que tomar una decisión. Me dijo que mi cuerpo era el instrumento para cumplir mi tarea en la Tierra, que tenía que aprender a manejarlo y alimen¬tarlo con energía tomada del plano físico. Eran cosas que yo ya sabía, pero me hizo bien escucharla.


Después me fui encontrando con otras personas que también vinieron a hacer el mismo trabajo. Nuestra misión es ayudar en este cambio. La Tierra está empezando a ser menos física, más espiritual. Algunos dicen que me voy a cerrar a lo espiritual cuando sea más grande, pero yo no lo creo. Sé que no puedo olvidar nada que esté en mi esencia.


Flavio, 9 años

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