La Gran Promesa
Canalizado por Gillian MacBeth-Louthan
Dentro del ser humano hay una semilla de esperanza, una programación divina que ha prometido no irse jamás. Una semilla que permanece implantada sin importar cuán malos sean el clima y las tormentas de la vida. Muchísimas personas han trabajado duramente sólo para ver sus sueños enterrados en un suelo árido y sediento. Siguieron su programación divina hacia el desierto donde poco crece y a una tierra que no brinda apoyo. Se expandieron financiera, emocional y físicamente, arando una tierra nada amistosa y que no desea sostener lo que sus corazones anhelan.
A medida que sus sueños comienzan a marchitarse en el sol de mediodía del caos terrenal y la manipulación, la luz de la esperanza parece desvanecerse, el corazón comienza a cerrarle la puerta a la esperanza. Nos volvemos como robots mientras luchamos por no sentir la tristeza en nuestro corazón. No queremos renunciar a lo que habita en nuestro corazón, pero no vemos que las estaciones cambien a nuestro favor.
Todas las manos del planeta se estiran para tomar lo poco que hay, estirándolos hacia más miedos y lágrimas y desesperanza. Mientras ustedes siguen intentando estirar su dinero hasta fin de mes, la cuerda se aprieta más y más alrededor de sus sueños y parece exprimirles la vida misma. Empezamos a sentirnos como boligomas que rebotan en las paredes y absorben sólo las imágenes que otros les dan. Desde ahora hasta el 2012 la energía va a dar coces como una vieja mula furiosa. Tratamos arduamente de escapar de esta dura realidad, pero la vida nada hacia nosotros con la boca abierta, hambrienta para tomar todo y cualquier cosa. Cualquier ilusión de control se mantiene firmemente en el cuerpo como dolor mientras le anunciamos al mundo lo que no vamos a hacer, más ruidosamente que lo que nos veremos forzados a hacer por intermedio de la vida y circunstancia.
Nuestros cuerpos patean y gritan y nuestra alma hace piruetas girando descontrolada mientras las estaciones del tiempo exigen toda nuestra atención. Todas las consideraciones personales quedan a la espera mientras estas vastas energías entran en nuestro campo de búsqueda. La lucha o el vuelo galopan a través de nuestro sistema biológico mientras las glándulas bombean adrenalina con fuerza como caballos en una carrera de un cuarto de milla. Nos adentramos para encarar la raíz del problema mientras lo que es materialmente invisible nos da una paliza como los niños vecinos en una pelea con bolas de nieve, que no tiene intención de dañar, pero aun así duele.
Nos sentimos impotentes y desesperados pues nuestros sueños parecen marchitarse en la viña. Nuestra capacidad de nutrir se ha convertido en la necesidad de sobrevivir. Comenzamos a entrar en pánico buscando la escotilla de escape, cualquier cosa debe ser mejor que toda esta conmoción planetaria. Todos estos acontecimientos fueron predichos durante muchos años, pero no quisimos escuchar y no quisimos ver. Ahora nos hallamos en este espacio vacío pidiendo que nos rescate quien sea y lo que sea. En este lugar de no ver el mal, no oír el mal, no hablar el mal, el olor del peligro flota en el aire. ¿Cómo podemos, pobres de nosotros, luchar contra las elecciones de las personas que hacen la vista gorda a lo que es correcto e incorrecto? ¿Cómo podemos restaurar el equilibrio de un mundo en declinación?
Es hora de ponernos de pie y defender todo lo que creemos es bueno y luz, verdad y honor. Se nos ha capacitado para este momento. No somos pequeños en luz ni en corazón. Estamos destinados a hacer la diferencia, sin miedo a las consecuencias. Somos responsables de nuestras acciones o inacciones.
Tenemos las herramientas cuantificadas para cambiar las moléculas de todo lo que parezca arrebatarnos nuestra libertad de elección. Parecemos ir a la deriva en un mar que parece más grande que nosotros. Estamos remando con nuestras esperanzas y sueños y nadamos hacia la orilla esperanzados. No somos títeres de nadie para ser encordados sin previo aviso. Somos los salvadores de un mundo que se ha deshecho.
No somos ciegas víctimas de una estafa, hemos llegado a este mundo con los ojos bien abiertos. Tenemos una Gran Promesa que vive en nuestro corazón y nuestra alma. Esta gran promesa proyecta una luz más grande que cualquier sombra de duda. No les corresponde a los demás decidir nuestro destino. Los cielos esperan que nos convirtamos en el cambio que buscamos. Cada pensamiento es valioso y cuenta.
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